La noticia de la muerte de Emilia es la gota que acaba hundiendo a Luna. Se siente más culpable que nunca y además no sabe dónde encontrar a su hermana Mireia. En este duro momento, Gonzalo se muestra siempre a su lado, paciente y comprensivo, pero se va dando cuenta que no pinta nada al lado de esa mujer. Su esperanza de estar con Luna se esfuma cuando en el entierro ve las miradas que ni ella ni César pueden ocultarse. Es el día del entierro y Luna se ve arropada por todos sus amigos. Incluso Manuel la busca para mostrarle su dolor. Pero no tiene nada que hacer porque Luna ya ha activado los mecanismos de su personal venganza. Por su parte, Rosario advierte a Úrsula y a Manuel. Quiere que dejen en paz a las chicas o dirá lo que sabe. De esta manera Úrsula se ve forzada a confesar a Manuel que su padre no se fue sino que ella misma lo mató. Todo parece indicar que ya nada impide a Luna correr a los brazos de César, pero sorprendentemente no lo hace. Sabe que enamorarse de una prostituta no le reportará nada bueno en su nivel social y decide dejarle al margen de su vida.