El virus de Ottox ha sido liberado en el corazón del colegio. Ya no hay perseguidos ni perseguidores, todos pueden estar infectados, todos pueden morir. Una valla de alambre de espino rodea el colegio, nadie puede entrar ni salir del perímetro de seguridad. La incomunicación es total. La vida de los infectados depende de una medicina sin la que morirán en 48 horas: el laboratorio donde se almacena ha quedado sepultado por la explosión.